PELANTARO: el gran toqui de Purén, un gran hombre .
Roger Arteaga Cea
Roger Arteaga Cea
Introducción.
Durante la historia del pueblo “Mapuche”[1] se han destacado una serie de personajes, los cuales son recordados por la gran mayoría de la población, e incluso, con el correr de los años han adoptado una aura casi mítica, trascendiendo en el tiempo, por ejemplo, es el caso de Lautaro o Caupolicán[2]. Sin embargo, la conquista de Chile finaliza con una gran batalla que se llevó a cabo en Curalaba, donde muere a manos de los indígenas el Gobernador, don Martín García Oñez de Loyola. ¿Quién ha seguido los pasos de un Lautaro o un Caupolicán? Pelantaro o Pelantarú, es quien aparece a la cabeza del pueblo mapuche, transformándose en un “Big Man”[3]. Pelantaro, si bien es recordado en la historia por todo el daño que ocasionó a las fuerzas hispana durante la colonia[4], muy rara vez se le ha tratado de abordar de acuerdo a su real magnitud y trascendencia que tuvo en la sociedad mapuche, como el último “Big Man”.
La sociedad mapuche -siguiendo a Sahlins- sería una sociedad segmentada[5], ya que poseería una “..extrema descentralización, hasta el punto de que la carga de la cultura gravita sobre pequeños grupos locales autónomos...”[6], es decir, el núcleo de esta radicaría en un sistema de parentesco por familias, las cuales se ordenarían de acuerdo a su descendencia[7]. Así, cada grupo familiar dará origen a su propio linaje, que a la vez, tendrá su propio jefe, el cual controlará un territorio determinado. El linaje entre los mapuches “...estaba organizado como una familia extensa, conviviendo el padre, con sus vástagos varones casados, en rucas, cercanas y disponiendo de un territorio común para la agricultura, recolección y pastoreo. Cuando éste se hacía estrecho debía emigrar uno de los hijos desposados quien de ese modo, daba origen a una nueva familia extensa”[8]. De esta manera se conformaba la sociedad mapuche, pero, por sobre todo se iba expandiendo.
Al interior de estos linajes surgen personas con influencia, donde el jefe, por lo general el más anciano, es “...generalmente, el portavoz y maestro de ceremonias del grupo...”[9], destacándose por ser la persona encargada de armonizar las relaciones dentro del linaje, con el fin de evitar los roces o posibles conflictos territoriales, y a la vez, la importancia en los rituales, ya que en su persona se manifestaba el vínculo existente con los antepasados. Los mapuches lo denominaban lonko[10]. Sin embargo, en tiempos de guerra, asume el mando un jefe militar, el toqui, quien “...detenta el poder sólo mientras duraba el conflicto, reconociendo su autoridad tanto los miembros del linaje paterno como los de aquellos que, por razones de debilidad demográfica masculina, buscaban el amparo de una unión...”[11]. De acuerdo a Sahlins, este “gran hombre”:
“...adquiere personalmente el dominio sobre otros miembros de la comunidad, un hombre que se levanta por encima del rebaño común... que se convierte en caudillo al hacer de los otros sus seguidores: un pescador de hombres, que se conquista la obediencia por la fuerza de su personalidad, sus dotes persuasivas, tal vez por sus hazañas bélicas, como mago o jardinero, y con frecuencia mediante la calculada explotación de sus bienes; que se gana el respeto otorgando favores a los demás y les inspira prudencia y circunspección. Este es un príncipe entre hombres: los hombres le consideran porque es un gran señor... ejerce influencia sobre los otros y goza de alta reputación; es por consenso, un “grande hombre”... El grado de influencia de esta clase de individuo superior ejercerá, parece depender de la estructura de la tribu y de la involucración de la comunidad local en diversas maniobras de cooperación y competición con otros grupos. Los asuntos externos críticos, políticos o económicos pueden confiarse a estos hombres... La buena marcha de la comunidad gira en este caso en torno a las gestiones del “grande hombre”, cuyo influjo dentro del grupo aumenta según su actuación... Al conquistarse fama entre otros grupos locales, un jefe puede lograr unirlos a todos para la guerra, la ceremonia o el comercio. Pero esta unión superior es generalmente temporal y con ello lo es también la mayor autoridad del jefe...”[12]
PELANTARO[13]: el gran toqui de Purén, un gran hombre.
1) Batalla de Curalaba.
Los cronistas mencionan a Pelantaro como el principal artífice de la batalla de Curalaba[14]. El gobernador, se dirigía a Angol a través del camino Real desde la Imperial, saliéndole al encuentro dicho toqui con su gente; pensaron atacarle de inmediato, pero prefirieron esperar el momento propicio:
“...viendo los indios que allí no se podía hacer nada, resolvió Pelantaro con consejo del viejo Pailamacho y de los demas purenes[15], de seguir al gobernador con doscientos[16] soldados escojidos, en secreto y sin ser sentidos. Como lo hicieron; echáronles algunas espías que los llevasen siempre a vista... De esta manera fueron las espías siguiendo al gobernador hasta este valle que llaman de Curalava... No se puede decir el ímpetu con que los indios embistieron y la prisa con que repartidos los toldos y pabellones comenzaron a dar en ellos: a unos cosían a lanzadas con sus mesmas camas estando durmiendo; otros al despertar con el ruido hallaban sobre su cabeza el duro golpe de la macana que les quitaba la vida; el que fué mas presto en su defensa, levantaba ya en camisa para tomar sus armas, cuando le atravesaban de parte a parte y dejaban tendido en el suelo ahogado en su mesma sangre. Entre todos, el que mas quebró el corazón fué el gran Loyola... estándose ya armado para salir a su defensa, llegó el enemigo que andaba solícito en su busca y lo traspasó de heridas y quitó la vida, como lo hizo tambien a todos los demas capitanes y soldados...”[17]
Sin embargo, no todos murieron:
“De los sesenta capitanes y soldados solo se escaparon tres, aunque mal heridos, y dos o tres indios amigos, que fué el uno a dar la nueva a la Imperial y el otro a Angol. De los tres fué uno un clérigo llamado Bartolomé Perez... El otro fué un capitan llamado Escalante... El otro fué Bernardo de Pereda...”[18]
Nuestro gran toqui en la batalla se habría comportado como ninguno, dando ejemplo de su valor y arrojo:
“Pelantaro, el primero, que aun al cielo
quisiera dar, de bravo, aquel asalto,
por cima de un reparo entró de vuelo,
haciendo a su caballo dar gran salto;
seis tiendas de tropel echó en el suelo
y a seis quitó el vivir de sobresalto:
que para ser despojos de su hierro
los alojó de noche allí su yerro...”[19]
Según versiones de los cronistas, ni Pelantaro ni sus hombres no se enteraron que en esa batalla habían muerto al gobernador de Chile, sino después de acabado el combate, gracias a los cautivos:
“Aunque avian hecho los indios tan grande mortandad en los españoles, no avian sabido a quienes avian muerto ni que estaba alli el Gobernador y tantos capitanes de gran nombre... (ellos pensaban) ...que eran algunos pasajeros o arrieros que iban con cargas[20]. De los captivos supieron como avian muerto al Gobernador y a sus capitanes, y entonces fue tanto el gusto y la fiesta que hizieron, que yendo al toldo del Gobernador (junto a donde avia muerto) le cortaron la cabeza y con ella puesta en una pica cantaron victoria, y cortando otras de los capitanes las llebaron por trofeo y para
hazer fiesta con ellas...”[21]
Tal relato es avalado por nuestro narrador anónimo:
“Admirando los mismos purencianos
haber el gran Loyola él muerto
y haber muerto la flor de los cristianos:
de allí la fama luego lo hizo cierto...”[22]
Haya sido como haya sido, es un hecho que la batalla de Curalaba es el hito en la historia de la colonia, pero, por sobre todo, en la vida de Pelantaro, ya que ahí se inicia su leyenda[23].
2) La ciénaga de Purén: ¿Los purenes?
Antes de ahondar en las cualidades de nuestro gran toqui victorioso, debemos tratar de descubrir su medio, y además, ¿es casualidad que haya surgido en el valle de Purén? Purén era una de las “provincias”[24] más aguerridas, ya que desde los primeros enfrentamientos con los españoles quedó demostrado lo indómita que eran:
“Del fin de Arauco, Tucapel apunta,
que nombre se le dá tambien de estado
de lado a Tucapel, Puren se junta,
que de maleza y de agua está fosado,
que no ha de obedecer mas se barrunta:
por una sola vez la paz ha dado,
pero de haberlo hecho, arrepentido,
sesenta años después se ha defendido.”[25]
“Pues de aquestas provincias figuradas
que en el descripto Chile se contienen,
son los pilares cuatro ya nombradas,
que el peso de la guerra en sí sostienen
con tal concierto y órden conjuradas
que nunca a la obediencia todos vienen:
Arauco y Tucapel son las primeras,
Puren y Catiray las otras fieras.”[26]
Tal situación es corroborada por el autor del Purén Indómito, haciendo honor al título de su insigne poema épico:
“Son los purenes gente belicosa
y cabeza de todos los chilcanos;
en una gran laguna cenagosa
viven, toda cercada de pantanos;
han gozado de vida licenciosa
sin haber tributado a los hispanos;
Arauco y Tucapel se les sujetan,
y las demas provincias le(s) respetan”[27]
Geográficamente está localizado en una situación inmejorable, ya que al ser una tierra baja y húmeda, los indígenas tenían una muy buena protección frente al avance de las caballería española. Así, nuestro autor anónimo, en La Guerra de Chile, nos dice que Purén:
“...es un sitio fortísimo impedido,
que tras maleza y ciénaga se encierra:
fué siempre el corazon de aquesta guerra;
como propia Jinebra es escojida
de jente sediciosa y aburrida”[28]
Ante tales características la “provincia de Purén” se transformaba en un bastión codiciado por todos los gobernadores, que destinan –durante el periodo de guerra: verano- recursos considerables, para poder someter a esta zona de la región en conflicto; es más, el Fray Diego de Ocaña, asegura que para los españoles se había transformado en una gran prioridad “...en los seis meses de verano, que andan campeando la ciénaga de Purén...”[29] Continúa describiendo este bastión casi inexpugnable:
“Es la mayor fuerza que tienen en este Reyno por que es una laguna grande, muy hondable y con muchas islas dentro en las cuales habitan los indios y con conas se sirven, por que las sementeras las hacen alrededor de la laguna y el ganado ovejuno y porcino y algunos cabríos questos indios tienen se pasta en tierra alrededor de la laguna y está tan hecho este ganado a embarcarse y desembarcarse en las canoas cada noche y a la mañana el mesmo se entra a las canoas y los indios no tienen mas trabajo que llevallo y traello y si alguno reparase en cómo esta laguna no se ha conquistado es la causa que un cuarto de legua alrededor de ella es todo de pantanos y lodo hasta la punta y grandes carrizales, una vez que han probado los españoles a entrar por estos lodazales llegaron a las islas, los indios se fueron con sus canoas a la otra parte y se metieron por las montañas y como no tienen mas que lo que comen y el vestido que traen no hayaron más de las casas solas y cuando los buscan por las montañas se vuelven a la laguna y desta suerte no se puede dar alcance y no se puede conquistar. Tienen otra cosa esta laguna que como los indios son muchos y las islas pocas no caben en ellas y la necesidad les ha hecho en algunos bajíos que tiene esta laguna donde hay grandes arrayanes entre las ramas dellos hacen sus casas y aqui habitan los que no pueden en las islas y asi son estos indios muy belicosos por esta ocasión que tienen desta fortaleza desta laguna que la naturaleza parece que puso alli en defensa suya...”[30]
3) Pelantaro, el gran hombre esperado por el pueblo Mapuche.
Hemos dejado a nuestro gran líder victorioso, a instantes de haberse llevado a cabo la batalla de Curalaba, sin embargo, con el fin de poder darlo a conocer en su verdadera magnitud a este “grande hombre”, trataremos de seguir a Sahlins en su descripción, con el fin de poder observar su verdadero aporte a la sociedad mapuche:
a. Celebra la victoria, como un gran líder, previendo que será la primera de muchas.
Pelantaro se dirige a Purén a celebrar, llevando las cabezas del gobernador y del resto de los capitanes, las cuales iban ensartadas en las picas[31]; tal situación, requería un homenaje a su altura, y mas aun, si al “son” de la nueva buena venían acudiendo del resto de las “provincias” los caciques vecinos a ponerse al tanto y a festejar:
“...por saber la nueva, en banda espesa,
abreviando el deseo, los caminos,
llegaron a Purén, marchando aprisa,
los ilustres caciques convecinos
adonde Pelantaro con la presa,
al son de estrepitantes tamborinos,
llegó causando el raro vencimiento
mayor la admiración, que no el contento”.
“Allí con fiestas, juegos y placeres,
dejando ir con el tiempo los pesares,
a Baco dando parte y parte a Céres,
y fondo a las botijas en millares,
por viejos, mozos, niños y mujeres,
en corros, pruebas, danzas y cantares,
haciendo al vencedor mayor la gloria
si celebro la célebre victoria”[32].
En el Purén Indómito, la celebración es narrada con ribetes similares:
“Llegaron los purenes a Lumaco[33],
y en una fresca y plácida floresta
para sacrificar a su dios Baco
ordenaron hacer una gran fiesta...”[34]
De acuerdo a lo observado por Sahlins, este “gran hombre”, era generoso con sus bienes, en este caso, con el botín obtenido en la batalla, sus trofeos los hace comunitarios, y de esta forma establecía lazos de reciprocidad[35], tal situación se nos refleja de la siguiente forma:
“...con la ropa que hubieron en el saco
aquella gente toda fue compuesta,
vestida con riquísimas libreas
adornada de joyas y preseas.”[36]
Pero esto no era todo, había más...
“Llevaron cueras de ante aderezadas
con pasamanos de oro guarnecidas,
dagas, espadas finas, plateadas
los más de aquestos bárbaros ceñidas;
los tiros y pretinas pespuntadas,
vainas de terciopelo muy polidas,
terciadas por los cueros muchas bandas,
de oro y plata las puntas y las randas;”
“de raso los valones aprensados;
de vistosos romanos las labores,
otros de terciopelo acuchillados
con entretelas todas de colores;
borceguíes de lazos y argentados,
estampados en ellos muchas flores,
jubones guarnecidos de telillas
moradas, rojas, verdes y amarillas;”
“Cintillos de esmaltados camafeos,
sombreros con airones y plumajes,
con otros vistosísimos arreos,
y los cuellos de puntas con encajes:
que para más blasón de sus trofeos
se quisieron vestir de nuestros trajes,
y las tiendas armaron en el campo
a la usanza de guerra puesto el campo.”[37]
Todos estos regalos eran tan llamativos para el pueblo mapuche, que debió considerarse como uno de los más grandes trofeos de guerra conseguidos hasta esa fecha. Nos imaginamos que los obsequios fueron muy bien recibidos.
b. Es elegido entre sus pares.
De acuerdo a la usanza indígena cada “invitado” traía algo para aportar a la celebración, la cual habría estado presidida por Pelantaro:
“Con pompa el general sentado estaba
en el mejor asiento y mejor puesto;
Anganamón no mas le acompañaba,
y de allí para abajo todo el resto;
con el hábito y cruz de Calatrava
un capotillo pardo tenía puesto
que Loyola llevaba de camino,
y el bastón con estremos de oro fino”[42]
Se dice que:
“Cinco días duró esta borrachera,
la grita, baile, música y ruïdo...”[43]
Terminadas las celebraciones la gran junta de caciques, nombra toqui general a Pelantaro. Tal situación es descrita de la siguiente manera, a través de las palabras de nuestro cronista:
“... su aprobacion la muchedumbre,
con general aplauso le fué dado
el cargo Jeneral por el senado,
Diciendo: “Oh! varon, en quien fiamos
la universal salud menesterosa,
este baston y el cargo te entregamos
de libertad la patria jenerosa;
por ti restauracion cierta esperamos,
o fortuna de todos venturosa,
que el presente nos deja satisfechos:
pasarás a mejores y altos hechos!”
No bien con tanto honor engrandecido
(hecho ya el juramento acostumbrado)
el nuevo jeneral encarecido
se vió en el nuevo cargo confirmado...”[44]
Tal ceremonial, debía estar rodeado de una aura mágica, y es aquí que el mismo Pelantaro pide que se rindan los respectivos sacrificios, con el fin de contar con el apoyo de los seres superiores[45], para –de esta forma- iniciar su “toquiato” de buena forma:
“...Pelantaro pidió se le confirme
haciéndole el debido juramento;
y para que cualquiera jure y firme,
mandó que allí le traigan al momento
cantidad de carneros de la tierra[46]
y que a la usanza estén todos de guerra
El ganado llegado, allí llamaron
a ciertos viejos magos, hechiceros[47];
los corazones vivos les sacaron
los pérfidos, insanos agoreros;
de un ramo de canela[48] los colgaron
en medio de la escuadra de guerreros,
y de una flecha cada cual la punta
en ellos mete y con sangre se unta.
Con estas cerimonias prometieron
de que respectarán a su persona...
De los magos el viejo más ancianos
llevó de sangre llena una cazuela
en la siniestra y encorvada mano,
y en la diestra una rama de canela;
en círculo se puso el pueblo insano
como para jugar la correhuela,
el mago en medio y como hisopo moja
en la sangre la rama, y los remoja;
después a Pelantaro habó y bendice
y con la misma sangre le rucía;
con ronca voz el mágico le dice:
-“Siempre nuestro Pillán[49] sea tu guía,
tu reino haga próspero y felice
sin un punto dejar tu compañía
y te dé, gran varón, buenos subcesos
porque des libertad a los opresos”[50]
Después de tales augurios, Pelantaro se encontraba en la venía de sus antepasados y confiaba que todo su accionar estaría protegido desde lo alto. El ceremonial continúa y es así, como Rosales le da la palabra a Pelantaro, atribuyéndole el siguiente discurso:
“Yo soy Pelantaro , el restaurador de la patria; yo el que no he de parar hasta echar de toda esta tierra a los españoles; yo el que he de vengar vuestros agravios, el que os he de libertar de la pesada servidumbre en que os tienen en sus minas y en sus haziendas. Por mi sangre, por mi valentia, por mi industria y por esta hazaña[51], me toca el ser capitan general y que toda la tierra esté a mi obediencia. Ya no ay gobernador ni Apo[52], que aqui está a mis pies su cabeza, y assi he de hazer, capitanes, para que hagamos la guerra a los españoles. Todos me obedezcan, so pena de la vida, y todos so la misma pena juren de negar la obediencia a los españoles. Y juntemos nuestras fuerzas y hagamos
un cuerpo, y sea lo primero quitar los caballos a los españoles. Y juntemos nuestras fuerzas y hagamos un cuerpo, y sea lo primero quitar los caballos a los españoles, despojarles de los ganados y servicios, y luego quemarles sus estancias, assaltar los fuertes y destruir las ciudades. Y con esto castigaremos su soverbia, destruiremos la rueda de su altivez y pondremos fin a su sedienta codicia. Vengan a servirnos los españoles a nuestras tierras, traigamos a las entonadas señoras a que nos hagan chicha, y vístanse de una manta, como nuestras mugeres, las no nos dexaban muger ni hija que no nos quitasen para sus extrados”[53]
Tanto Rosales como nuestro cronista anónimo[54], destacan la capacidad de oratoria de nuestro líder, mas, habría que resaltar el grado de elocuencia con que eran dirigidas sus palabras, con el fin de cautivar a la asamblea allí reunida. No hay duda que con el apoyo de todas las provincias y sus respectivos caciques, pudo aunar bajo su persona al mayor porcentaje de linajes existentes en todo el territorio, comprendido entre el Itata y el Toltén. Rosales, nos da las claves del por qué se aliaron tantos linajes en torno a este “gran hombre”: abusos y más abusos en contra del pueblo mapuche, por parte de los españoles. Debió ser un hombre dotado con características muy especiales o la situación era muy particular, tal vez irrepetible en el futuro, ya que sólo en contadas ocasiones se aliaban:
“Sólo causa común, común aprieto
puede moverlos al común efeto...”[55]
Los caciques juran la obediencia y lealtad hacia la persona de Pelantaro, destacándose entre estos, la figura de Anganamón, quien:
“...se puso en él ligero,
que quiso en el jurar ser el primero...
Anganamón juró que a Pelantaro
Obediente será y amigo caro.
Allí juró también por su Pillano
de no tener jamás ningún descanso,
ni de soltar las armas de la mano
hasta que su reino ver seguro y manso,
y la corriente rauda del hispano
en sosegado piélago y remanso
menguado su furor, ánimo y brío,
o el quedar de su espíritu vacío”[56]
c. Pelantaro y sus guerreros[57].
De acuerdo a Sahlins, el “gran hombre” debía contagiar en sus seguidores toda su fortaleza, su credibilidad, pero, por sobre todo, debía tener muy cuenta su verdadero objetivo. Para cumplir con lo anterior, Pelantaro, debió confiar en toda su capacidad de liderazgo, pero nos imaginamos que también debió apoyarse en otros para conducir de forma excepcional sus tropas, ya que la responsabilidad era enorme, aunar las tropas de
todos aquellos linajes. Ante tal situación, no es extraño encontrar en palabras del cacique más anciano, Pailamacho, los siguientes consejos en el trato hacia los guerreros:
“Y si queréis ganar renombre claro
y ser en las batallas invencibles,
no seáis con los vuestros nada avaro
ni de condición áspera y terrible;
que el nombre de Pelantaro
en siendo afable, manso y apacible:
a todos les haréis buen tratamiento
mandando con prudencia y sufrimiento
y aquel que mereciere algún castigo
se le daréis conforme a su pecado
porque a vos teman más que al enemigo,
y no ser cruel ni acelerado;
el bueno halle en vos contino abrigo
que por amor seréis más respectado:
al capitán importa ser querido
de los suyos, y ser también temido...”[58]
Pelantaro, asumiendo el protagonismo que le conferían, se dirige a sus guerreros, con el fin de motivarlos a enfrentar esta empresa con alturas de miras, y por sobre todo, lograr un compromiso de reciprocidad hacia su persona, además, le recuerda lo que han obtenido y lo que les espera al momento de triunfar:
“Solo un tiempo la guerra trae consigo
y en este el buen guerrero es necesario
temer cuando temer convenga, digo,
y ser, si conviniese, temerario:
flaco ha de ser buscado el enemigo,
y recelando, fuerte y voluntario:
fuego que no se apaga amortiguado
suele resucitar mas esforzado.
Agora, pues varones escojidos,
por elección del hado victoriosos,
el tiempo es de mostrarnos atrevidos,
que están los enemigos perdidosos,
y que con escuadrones escojidos
dejando los lugares montuosos,
salgamos arrojados a los llanos
en busca de los pérfidos tiranos
A su gobernador les hemos muerto
de su mas diestra jente acompañado;
los pueblos estarán en desconcierto...”[59]
No nos cabe duda que después de este apasionante discurso que recrea nuestro cronista, la junta de caciques, puso a disposición del toqui todos sus guerreros. Sin embargo, ¿De qué cifras estamos hablando?¿Cuántos indígenas pudo llegar a movilizar, desde esta primera junta hasta las siguientes? De acuerdo a los datos aportados por nuestro cronista anónimo, los caciques habrían llegado a la junta con aproximadamente 2600 guerreros[60], obviamente, esta cantidad no obedecería a las verdaderas expectativas manifestadas por Pelantaro, para poder conseguir el predominio militar sobre las huestes hispanas. Cuando llegó el Gobernador Alonso de Rivera a Chile, pidió que los capitanes más importantes del reino le entregarán un informe de la cantidad de indígenas que se encontraban rebelados[61], el informe dice lo siguiente:
“Que todos los indios que hay desde el río Bíobío hasta la ciudad de Osorno, universalmente están rebelados en sesenta leguas de terreno, se comprenden todos los términos de Santa Cruz, Angol, la Imperial, Villarrica y Valdivia, y los estados de Arauco, Tucapel, Mareguano, Catiray, Purén y otras provincias de muy belicosa gente, que en todo serán cuarenta mil indios de guerra...”[62]
Al final de su primer gobierno, Rivera, nos dice que ha puesto a indios de paz como a 9.220 y que todavía están en guerra 7.500, es decir, casi 17.000 indígenas. Realmente la cantidad de los indígenas que se iban sublevando, estaba en proporción con todas las acciones bélicas que se llevaban a cabo, pero, por sobre todo, en la cantidad de territorio que involucraba[63]. De lo que no hay duda, es que de los primeros guerrero que enfrentaron a Pedro de Valdivia, distaban mucho de aquellos que tuvo que enfrentar Oñez de Loyola, y por sobre todo, los gobernadores que asumieron con posteridad. Los europeos fueron presenciando en carne propia el cambio de armamento e incluso de estrategias utilizadas por los indígenas:
“Han por uso aprendido en su ejercicio
industrias importantes, cautelosas,
y armas nuevas ganado en el oficio
a defensa y ofensa provechosas:
dejando las usadas de ab initio,
por ser de poco efecto, embarazosas,
los lazos de los mimbres, los bejucos,
tiros arrojadizos y trabucos”[64].
La gran diferencia habría sido la incorporación del caballo, como elemento indispensable en sus tácticas militares[65]:
“Usan de las modernas más usadas
segun lo pide en caso su manera;
hacen de las de fuego, bien formadas,
para defender, sus mangas, desde afuera;
de las tropas las mangas abrigadas
y de las picas largas por hilera,
como esquirazos, diestros escuadrones,
a imitacion de fieros macedones
hánse hecho con próvida destreza
jinetes de ámbas sillas desenvueltos
por el efecto grande y ligereza
de los caballos ájiles revueltos;
sacar la utilidad de su presteza
y entónces mas que partos son resueltos;
en unos a vencer, si importa, aspiran,
y en los otros dañando se retiran...”[66]
Lo del caballo era esperable, pero el poder contar con cotas, espadas y hasta armas de fuego, era algo impensado por el más optimista estratega. A través de las batallas ganadas y por sobre todo, con la destrucción de las ciudades, se fueron apoderando de tan grandes trofeos de guerra, los cuales los ponían en inmediato funcionamiento para obtener alguna ventaja en el campo de batalla. Tamaña sorpresa se habría llevado Ribera de tal situación, que le escribe al Rey, informándole que “...usaban las mismas armas de los españoles, a los cuales se habían quitado o comprado...”[67]
Así no es de extrañar que Pelantaro, contara con una fuerza de elite de guerreros, los purenes, respetados por todos e incluso por los españoles, quienes veían en ellos a un grupo excepcional de combate. Es tal la admiración de estos, que el Fray Diego de Ocaña, junto con un dibujo de un “indio de la ciénaga de Purén”, nos deja el siguiente
descripción:
“El traje de los indios de guerra es... Aquella coraza es de cuero de vaca crudio y tan fuerte que resiste una lanzada. Son los indios muy sueltos y lijeros y muy alentos para subir una cuesta por áspera que sea, con mucha presteza. Son indios de mucha razón; sustentan la guerra por no servir a los españoles diciendo que la naturaleza los hizo libres como a ellos. Sus costumbres son buenas porque de ordinario se ocupan en el ejercicio de guerra. Tienen grandes astucias para hacer emboscadas y ardices de acometer de noche. Tienen las casas cubiertas de paja. Ocupanse los viejos y las mujeres en las sementeras; los mozos en la guerra ejercitándose desde niños con el arma que más se amañan, arco y flecha, lanza y macana, a pie y a caballo como mejor cada uno se haya”[68].
d. El gran toqui en acción[69].
Lo primero que hizo Pelantaro, fue asegurarse la obediencia de todas las “provincias”, con el fin de enfrentarse a los españoles como un todo; le interesaba de sobremanera que se sublevasen aquellas “provincias” que habían hecho las paces con los españoles, para ello, envió las flechas ensangrentadas que sirvieron para hacer el juramento previo; tenían que dejarse de lado las viejas rivalidades -si estas existieron- las cuales abrirían paso a un nuevo escenario muyo más favorable al trabajo mancomunado:
“ y a los que Pelantaro la obediencia
dieren, y obedecieren su mensaje,
él mismo irá con toda su potencia
a sacarlos del triste vasallaje,
ayudando con toda diligencia,
como persona que es de su linaje,
para que pueden libres de tributos,
de fueros, leyes, pechos y estatutos;
que no es su intento más de rescatarlos
sacándolos de duro captiverio
y del trabajo mísero ayudarlos,
con que ternán descanso y refrigerio...”[70]
La gran mayoría de las provincias se rebelaron, pero hubo quienes no aceptaron sublevarse, fueron aquellos “indios amigos” que habitan en torno a la ciudad de Santa Cruz eran los Mareguanos, quienes dieron como excusa que su cacique estaba preso, ante tal respuesta, nuestro gran toqui no titubeó e inició con los suyos un ataque, con el fin de:
“...castigar el desacato
de no cumplir al punto su mandato.”[71]
Tal relato nos lo ha dejado Rosales:
“...vino Pelantaro con ochocientos indios y con gran secreto entró en Catiray, y vajando por Mariguano maloqueó a los indios amigos que no querían rebelarse, matando muchos y captivándoles los hijos y las mugeres...”[72]
Con tal muestra de poder y de fuerza, seguramente alguna “provincia” lo pensó dos veces en quedarse neutral o en no apoyar a los rebelados.
Después de controlado el foco de resistencia, y para hacer más operativo todo el arduo trabajo a través del extenso territorio, Pelantaro, delegó funciones en sus más hábiles estrategas, con el fin de poder someter a las fuerzas hispanas de manera efectiva, en distintos focos de combate al mismo tiempo, y de esta manera, les iba a imposibilitar presentar una resistencia mas eficaz con sus guarniciones tan reducidas y dispersas:
“Nombró a Navalburí por su teniente
y todo lo de Ongol se lo remite,
mandándole que en armas diestramente
a todos sus vasallos ejercite,
y cuando viere tiempo conveniente
procure con cuidado y solicite
hacer con los de España alguna suerte
dando a los que pudiere cruda muerte.
Envió a Quintegüeno el mismo cargo
y le aceptó el traidor de Quintegüeno,
tomando lo de Arauco él a su cargo,
que ya estaba tocado del veneno;
no sé cómo dará el traidor descargo
ni qué descargo habrá que sea bueno,
pues siendo amigo nuestro nos vendiese
sin que ocasión alguna se le diese.
Anganamón llevó poder y mano
para que a las ciudades que hay arriba[73]
les diese a fuego y sangre sacomano
sin que deje persona en ellas viva...”[74]
Mientras tanto, él, quedó con una importante fuerza móvil, compuesta por sus guerreros de elite (purenes) que acudirían a reforzar a las anteriores, y a la vez, poder coordinar todas aquellas acciones que necesitasen su presencia mediata[75]. ¿Dónde darían el primer golpe? Según, nuestro cronista anónimo, Pelantaro[76] le consulta su parecer al resto de la junta, obteniendo diversos pareceres. Al fin se decide incursionar en torno a las inmediaciones de Angol, para lo cual fueron enviados mensajeros a los indios amigos para que estos se revelasen, y aconteció lo siguiente:
“ Llegado el mensaje de Pelantaro a media noche, se armaron los indios de Loncotaru y Molchen y al amanecer fueron al fuerte y casa donde estaban sus españoles de presidio, bien descuydados de la traicion, y los mataron a todos, sin que se escapase ninguno, y embiaron las cabezas a Pelantaro diciéndole como ya eran todos unos y que seria él de
la confederacion; le embiaban las cabezas de todos sus españoles; que marchase, que ellos tambien iban marchando para Angol, que con su ayuda avian de acabar los de aquella ciudad; y a las once del dia estuvieron mil indios a caballo y a las doce se juntaron en Angol con los esquadrones de Pelantaro para embestir a la ciudad...”[77]
Siguiendo a Rosales, se habría librado por una hora un enfrentamiento en torno a la ciudad de Angol, la que acabó con bajas por parte de los indígena.[78]
Pelantaro –junto con acudir al castigo de los indios mareguanos- se enfrenta en las inmediaciones de Santa Cruz con Francisco Jufré, quien estaba acompañado por doscientos indios amigos y con cincuenta soldados españoles. Después de Curalaba, los soldados españoles andaban temerosos, a tal punto, que –según Errázuriz- en este enfrentamiento “...anduvieron muy ruines, por más que con su ejemplo y derramando su propia sangre procuró alentarlos Francisco Jufré. No estaban los jefes habituados á las derrotas ni á abandonar el campo y Jufré hizo prodigios por librarse de esa vergüenza; pero viéndose “con muchas heridas”, cansada su gente y muerto gran número de indios amigos, se hubo de resignar y se retiró a la ciudad, dejando a Pelantaro dueño del campo y orgulloso con la victoria. El triunfo le había costado al vencedor cien hombres caídos en la refriega, cuarenta caballos y cinco cotas que le tomaron los españoles... Con la noticia de la victoria se unieron al toqui otros dos mil hombres, probablemente
cuantos en los alrededores había capaces de tomar armas, y así reforzado su ejército se dirigió Pelantaro contra la plaza de Arauco, á la que, sin embargo, no pensó sitiar...”[79]
Estando en las cercanías de Arauco, esperando un momento propicio para poder atacar, salió el capitán Luis de Urbaneja con 40 hombres a buscar provisiones y cuando de un momento a otro se “...vió rodeado de mil indios de á pie y cuatrocientos de á caballo. Pelantaro había escogido el sitio favorable y oponía mas de treinta araucanos á cada español: la derrota de estos no fué dudosa un instante: pronto caían muertos siete y los otros quedaban en situación verdaderamente desesperada. Para colmo de desgracia, Urbaneja, que no había cesado de pelear con gran denuedo, cayó prisionero...”[80]. Sólo algunos españoles pudieron volver a el reducto hispano.
Continuó su avance hasta la ciudad de Angol, y es así como el 23 de febrero lo tenemos en el valle de Marvel, donde con una fuerza de mil hombres, repartidos de la siguiente manera: 600 caballería y el resto, nos imaginamos que eran infantería. Salieron de la ciudad de Angol a una distancia de una legua una cantidad considerable de indios amigos, los cuales iban acompañados por diez españoles, los cuales estaban mandados por Gonzalo Gutiérrez, cuando “...se les presentó Pelantaro y los acometío con ímpetu. La resistencia era imposible y Gonzalo Gutiérrez, sin hacer frente al enemigo ni cuidarse de los indios amigos, huyó con los diez españoles al vecino pueblecillo de Vichilemo para defenderse tras las tapias de los ranchos. La cercanía de la ciudad permitió a Francisco Hernández Ortiz reunirse a Gutiérrez con otros treinta soldados...”[81]. Tal episodio finalizó con la muerte de cuatro españoles, huyendo el resto hasta Angol.
El 8 de abril atacaron el fuerte de Boroa. Rosales con cuenta que: “...no tardaron en venir Anganamon y Pelantaro[82] con cuatro mil lazas de Puren y con los que se le juntaron de la Imperial...”[83]. Lograron emboscar y dar muerte al corregidor de La Imperial, Andrés Valiente, junto a cuarenta soldados[84]. Pelantaro habría estado en el asedio que protagonizó Anganamón a la ciudad de Villarrica entre mayo y junio de 1599[85]. También, estuvo presente en el ataque a Osorno, durante el 19 y 20 de enero del 1600, donde junto a Anganamón habría acudido con cinco mil hombres, pero como vió que la resistencia iba ser mayor a la esperada, “...al retirarse momentáneamente de allí, ordenó a los indios comarcanos dividirse en partidas para hostigar á los del pueblo, impedirles que cogiesen las cosechas...”[86]
Hasta el momento hemos observado a nuestro “gran hombre”, como un personaje muy laborioso, el cual está donde le llamen, anda en un constante devenir a través de las “provincias”, infundiendo valor, respeto, pero, por sobre todo, fortaleza en las empresas iniciadas, las cuales no eran para nada fáciles. Sin embargo, todavía no lo hemos observado como un gran estratega e incluso respetado por sus enemigos. La persona encargada de elogiar su actuar, será nada mas ni menos que el propio Gobernador, llegado desde las guerras que se estaban librando en Europa, es decir, su comentario merecerá toda una trascendencia, ya que seguramente, nunca pensó encontrar a un gran militar entre los indígenas. Observemos lo que le narra al Rey:
“Para que mejor entienda V. M. quien son los indios de Chile, diré una cosa dellos que hasta hoy no he oído ni leído en materia de guerra y es que, Pelantaro, cacique de Purén y toqui de aquella tierra, que es como gobernador, hizo una junta de gente tanta que quiere decir que eran 13.000 indios aunque esto yo no lo creo, pero cuando fuesen la mitad son muchos en efeto, vino Pelantaro con ellos, habiendo enviado delante un indio y una india de los términos de Angol a rendirse al fuerte de Santa Fe de Rivera en la isla de Diego Díaz que tenía a su cargo el capitán Alonso González de Nájera, los cuales entraron en él diciendo grandes embustes al capitán del dicho fuerte para asegurarle que él hiciese confianza dellos a lo menos de dejarlos andar por dentro del fuerte libres para poner en efecto su intención que era de pegar fuego en comenzando a pelear la junta que traía Pelantaro lo cual, pudieran hacer fácilmente y era grande daño, porque todas las casas del dicho fuerte son de carrizo y coleos, pero fue Dios servido que esto se descubrió y el dicho indio fue ahorcado y la india que aún venía con más determinación que él aquel efecto, la tenía el capitán presa de noche en un cepo y así lo estaba cuando vino la junta la cual dicen llegó sobre tarde a embarcarse menos de un cuarto de legua del fuerte donde se refrescaron los indios y aquella noche siguiente los repartió Pelantaro con tanto cuidado y buena orden y solicitud de su gente que dicen por cosa muy cierta muchos indios que se hallaron allí que, en un día y toda la noche no se apeó de un caballo sino todo este tiempo anduvo distribuyendo las órdenes y dando a cado uno el puesto que había de tener cosa muy de estimar en este bárbaro con otras muchas que tiene buenas para su propósito que por todas ellas se conoce su valor y el gran deseo con que procura la libertad de su patria y esto, con tan buenos medios y razones tan eficaces y de sustancia, que dicen que en las juntas que hace de las provincias que si los enemigos las pusiesen en ejecución nos serían de mucho daño. En conclusión, él acometió el fuerte al cuarto del alba que seria dos horas antes de amanecer donde dice que se iban llegando las tropas del enemigo por cuatro partes que se acometieron con mucho silencio, de manera que las postas que estaban en la muralla no podían determinar lo que era aunque hacía muy buena luna y así unos decían que era sombras que hacía el cerro y otros que eran matas y al fin uno que los vio mejor toca arma y disparó su arcabuz y visto los enemigos que eran sentidos, arremetieron con tanta presteza y furia que se vido el fuerte en grandísimo aprieto, porque unos cortaban las estacas con hachas y otros cavaban la tierra para sacarla de raíz y otros peleaban todo el tiempo y tan cerca de los nuestros y tan arriba en la muralla, que quitaron dos arcabuces y un mosquete a tres soldados de las manos y rompieron algunas picas y aunque nuestra gente se defendió muy bien, ofendiéndoles con arcabucería y mosquetería que era mucha y buena, duró el asalto dos hordas y salieron de nuestra parte heridos 39 españoles y 12 indios amigos cosa la más nueva que yo jamás he oído y perderse con éste el valor de esta gente en acometer desnudos y con solamente flechas y picas, a un fuerte con 160 españoles con arcabuces, picas y mosquetes y el fuerte dan bueno y de tan buena traza que puede serlo donde quiera si se vistiese de piedra y que hiciesen los de fuera 51 hombres de los de dentro teniendo delante fosos, murallas, parapeto, ellos recibieron mucho daño, porque aunque allí no dejaron más de 12 hombres muertos retiraron atrás muchos que fueron a morir poca distancia de allí”[87].
Este ataque al Fuerte de Santa Fe, llevado a cabo el 28 de octubre de 1602, fue encabezado por Pelantaro, teniendo como segundo a Nabalburi[88], donde manifiesta todo su talento y arte en el guerrear (espías, estudio de la fortaleza en cuestión, presión psicológica: al tener sitiados a soldados del fuerte, no poder pedir auxilios-provisiones, etc.).
Se nos pierde Pelantaro, apareciendo en la escena pública en el año 1604. El Gobernador Alonso de Rivera, se aburrió que de Purén partieran todas aquellas expediciones en contra de sus tropas, ante esto, toma la iniciativa y se dirige personalmente a la raíz de todos los problemas; va con lo mejor de su infantería y en su fuero interno anhela poder “...medir su espada con aquel orgulloso y altivo enemigo...”[89]. Casi lo logra su objetivo, puesto que cuando entró en la ciénaga, envió mensajeros a los caciques para que se sometieran, teniendo eco su llamado en la figura de Pelantaro, quien llegó “...con sólo diez jinetes a burlarse del gobernador junto a su mismo campamento...”[90]. Sin embargo, Rosales nos dice que –nuestro toqui- se mostró con su guardia en la ceja de un monte y en forma inmediata a la orden del Gobernador se inició la persecución: “Dexóse el barbaro seguir de la caballeria que salió a reconocerle por la seguridad que tenia de una puente levadiza que a posta hizo en paso; riyóse de ver salir a los españoles en su alcanza, y llegando el Gobernador a ella nota la disimulacion de el paso y viendo que no podia pasar le mandó seguir por un alto, y sino fuera por un caballo español que Pelantaro tenia, en que se escapó, se haze aquel dia una buena suerte de cogerle...”[91]. Nos imaginamos la impotencia de los españoles que vieron escapar una muy buena posibilidad. Está de más decir, que los purenes eran amos y señores de la ciénaga, por lo tanto, maniobran sus caballos como ningunos, era su medio.
Vuelve aparecer nuestro líder, otra vez es visitado por el Gobernador, en este caso, Alonso García Ramón, el 31 de diciembre de 1609: “El 29 había el gobernador sentado el “campo en las tierras de Guaygisaguen, junto á la casa que pobló el gobernador don Pedro de Valdivia”, lugar conocido con el nombre de la casa vieja de Purén, donde permaneció dos días, tiempo necesario para destruir los abundantísimos sembrados que allí encontró... Los indios, á fin de impedir la total destrucción de sus campos, y por juzgar ventajoso aquel sitio, se reunieron en las cercanías y lo hicieron tan sigilosamente que los españoles ni siquiera lo sospechaban. Eran numerosísimos, pues sólo los de Purén llegaron á cuatro mil y á ese número ha de agregarse los que de Arauco acababan de acudir á su llamado y todos ellos estaban mandados por los más diestros, valientes y famosos capitanes: Pelantaro, Anganamón, Ainavilo y el hijo de este último, Longoñanco...”[92]. Gracias a un milagro pudieron escapar providencialmente.
Jaraquemada le envía al Rey una misiva, donde le comunica que “...habiéndose juntado en una borrachera Ainavilo, Pelantaro y Anganamón, que son cabezas principales de estos enemigos, acordaron por vía de gobierno que viniesen de todas las provincias algunas parcialidades a sembrar á la de Purén, para que cuando entremos a sus tierras tengamos allí en qué entretenernos sin pasar más adelante a hacerles más daño, por estar muchos retirados en la Imperial...”[93]. Concordamos con Errázuriz al no creerle al gobernador, ya que es muy difícil que una de las provincias más poderosas durante toda la sublevación pudiese haber tomado tal iniciativa, la cual iría en contra de toda su tradición guerrera, y mas encima avalada por sus toquis.
e. Pelantaro, ¿termina sus días, siendo un indio amigo?[94].
Nos resulta anecdótico ver como nuestro “gran hombre”, termina sus días de lado de sus históricos enemigos; tal situación, se habría llevado a cabo durante el segundo gobierno de don Alonso de Ribera, donde se imponía la figura del padre Luis de Valdivia con su “guerra defensiva”[95].
¿Cómo se habría gestado tal situación? ¿Quiénes fueron sus principales protagonistas? Rosales nos cuenta que en el año 1616, el gobernador había nombrado Maestre de Campo a Xines de Lillo - reconocido hombre de armas que contaba con todo el apoyo de Rivera- quien avanzó sobre los indígenas de la Imperial, y estos, con el fin de proteger sus pertenencias, acudieron a pedir “... fabor y ayuda a los caciques de Purén para hazer una entrada en Arauco y echar algunas emboscadas para si los españoles les siguiessen en hazer una buena suerte en ellos y quitarles los brios para que no entrasen mas en sus tierras..”[96]. Tal petición tuvo eco en Pelantaro, no así en Anganamón[97], pero de igual forma, puso a disposición sus guerreros. Rosales, nos narra como Pelantaro se trasformó en general de esta jornada y organizó –como en sus mejores tiempos- sus guerreros: “...y visto que se hallaba con mil y doscientos caballos y seiscientos infantes, toda gente escogida y hecha a pelear y a perder el miedo a los españoles, aloxó en el valle de Pallaguen, donde les hizo un parlamento con un lanza en la mano, refiriéndoles sus hechos famosos, su valentía y nombre que por sus hazañas avia adquirido y por aver dado muerte al Gobernador Loyola, y que no esperaba en esta jornada con su ayuda salir con menos fama, pues de su vista temblaban los españoles y a su brazo se rendían las mayores potencias”[98]. Preparados para enfrentar al enemigo, llegaron a Arauco a media noche, donde Pelantaro puso “...dos emboscadas con postas secretas y con orden de que estubiessen a la mira de quinientos caballos que echaba a correr, para que si los españoles saliessen en ellos de sus emboscadas y los cortassen y degollassen a todos...”[99]. Sin esperar el amanecer, el Maestre de campo salió con su gente, iniciándose un arduo enfrentamiento, donde las dos partes mostraron todo su arrojo y valentía, matándose –según Rosales- setenta y tres enemigos, y se obtuvo el mayor botín logrado por las fuerzas hispanas en tantos años de luchas, ya que “...prendieron a Pelantaro, general de la junta y Toqui principal de Puren, y a treinta y cinco indios, personas de cuenta y de rescate, y como tales fueron por ellos rescatados de poder de el enemigo veinte y siete españoles y españolas. Cogiéronse dos mestizos que vinieron a pelear con la junta y trescientos caballos ensillados y enfrenados, con mucho número de armas que los enemigos dexaron huyendo de la furia de los españoles”[100]. El Maestre de Campo Xines de Lillo había logrado lo que otros, con tanto ahínco habían añorado, capturar al líder de toda la resistencia indígena; se puede excusar a Pelantaro que ya no era el mismo de antaño, ni que sus tropas no eran tan expertas, pero, como haya sido, se debe elogiar el gran acierto de las tropas hispanas.
Después de su captura, “...estubo mas de año y medio en prisión...”[101], donde –nos imaginamos- debió verse enfrentado a una serie de interrogatorios, pero, por sobre todo, a un trato especial debido a su condición. Teniendo en cuenta esto, no es casualidad que tanto el Gobernador don Alonso de Rivera como el padre Luis de Valdivia, lo presionaran y/o convencieran para que se transformara en un buen aliado, en la jerga guerrera, en un “indio amigo”;
¿Cómo no aprovechar toda su ascendencia sobre el resto de los toquis y caciques? Habiendo trasladado a Pelantaro de Lebu a Nacimiento se incrementaron las negociaciones para su rescate, para lo cual él enviaba a través de mensajeros que “...reciviessen la paz...”[102]. Teniendo claro el Gobernador y el padre Valdivia cual sería su nuevo rol de Pelantaro, se le despachó “...para que redugesse a los caciques de Puren... Fué muy agradecido al Padre Valdivia, que le hizo muchos agasaxos, y trató con él muy despacio de las conveniencias de la paz y guerra defensiva, a que fué muy aficionado y deseoso que se establase en toda la tierra viendo quan bien les estaba”[103]. Por lo visto, la influencia de Pelantaro entre los suyos estaba incólume, ya que los frutos lo evidenciaban por sí solos:
“Quando fué Pelantaro a Puren embié con el un indio llamado Guaiqui, el qual estubo allá un mes, y vino a decirme de parte de Pelantaro lo que avia pasado y como avia hecho el dicho Pelantaro una borrachera en Purén que duró ocho dias, y en ella se declararon a su persuasion por de nuestra parte toda la gente de Purén, de Ilicura y de la costa, offeciéndose a dar la paz, y assimismo la gente de la cordillera; y Pelantaro dixo con imperio a los retirados que él era rey en aquella tierra y que venia a assentarla. Mas la sobervia de Anganamón no sufrió esto, y pareciéndole que se le salia la gente y que ya él no seria nada, y que la gloria de la quietud y bien general se la llevaba Pelantaro, dixo: que él era el rey, y se salió enoxado con Tureulipe, amenazándoles que haria junta contra ellos y contra los españoles. Ellos se rieron de él, y los de Puren y de Ilicura me embiaron mensages avisándome de todo y diciéndome: que ellos estaban firmes en la paz y que no hiziese caso de Anganamón, que cuando mas podia juntar cien indios y que ellos eran muchos, y si fuesse necesario llamarian a los españoles en su ayuda. No podemos tener mexores nuevas que saber que entre ellos ay division y que tenemos ya tantos de nuestra parte, y que si hasta aquí llegaban nuestras armas defensivas hasta Biobio, ya son nuestras las de Ilicura y toda la costa, las de Pelantaro y la ciénaga de Puren...”[104].
Pelantaro, utilizando las cualidades de un “gran hombre” logra que el padre Valdivia obtenga hasta ese momento, uno de los más grandes triunfos de su guerra defensiva.
Interesante es observar la disputa de liderazgo entre los purenes, ya que enfrentó al toqui general, con uno de sus lugares tenientes; seguramente, Anganamón, cuando Pelantaro fue tomado prisionero asumió el control absoluto de las acciones y el “toquiato”, llevando la fecha ensangrentada al resto de las “provincias”. Sin embargo, cuando reaparece Pelantaro, entre los suyos, vuelven las cosas a normalizarse, aunque el discurso ahora sea de llamar a la paz: aquí descansa la importancia del “gran hombre”, ya que aparece en el momento oportuno leyendo la dirección de los eventos, es decir, adecuándose ante las nuevas coyunturas. Además, resultan curiosas –por decir algo- las acusaciones que realiza Pelantaro y los suyos en contra de Anganamón, al tratarlo de “forastero”, tal vez, una de las acusaciones más graves en el pueblo mapuche, ya que le están negando su pertenencia[105]. Rosales, nos muestra tal situación:
“...y como quince cacique que habia en Pellaguen fuessen de parte de Pelantaro y ubiessen admitido la paz, se volvieron tambien contra Anganamon y le maltrataron de palabra, llamándole de revolvedor, inquieto, forastero, que es entre ellos grande afrenta: a lo qual no respondió Anganamón de corrido ni se atrebió a hablar alto viendo que todos eran contra él y que estaba en tierras agenas...”[106].
CONCLUSIONES
No hay duda que Pelantaro presenta características de un “gran hombre”, quien supo conducir a su pueblo mapuche en un momento crucial de su historia, dejando lo mejor de sí en cada situación, siendo respetado no sólo por sus pares, sino por sus enemigos, quienes respetaban y temían todo su talento en el arte de la guerra. Si bien, no está presente en todos los hechos de armas, pero se superpone como una de las máximas figuras de la historia del periodo, en las dos primeras décadas del siglo XVII.
Es interesante observar su evolución de “gran hombre”. Primero, encabeza la sublevación, después de Curalaba, para dar paso, a la paz, actuando como uno de los principales colaboradores del padre Valdivia, en plena guerra defensiva, en todo momento, asume su condición. De ahí en adelante se nos pierde, las fuentes no lo mencionan, el panorama cambia: Anganamón ordena la muerte de los misioneros jesuitas en Elicura, y el consiguiente fracaso de la guerra defensiva, lo que ocasiona que las luchas continúen, hasta abrir paso a las famosas “paces” de Quilín[107], que inauguraron un nuevo mecanismo de dialogo al interior de la zona de conflicto, donde los gobernadores se comunicaban directamente con los caciques, los cuales a su vez, no necesitaban de un “gran hombre” para que los representasen.
Pelantaro, a través de su accionar ha trascendido la historia, transformándose en toda una leyenda, recordado –tal vez- como el último “GRAN HOMBRE”.
BIBLIOGRAFÍA
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5. Cartes Gajardo, Victoriano H., La espada; la cruz y el canelo... en el camino del conquistador, Propiedad Intelectual Nº115003/ 03-07-2000, trabajo inédito, publicado en el presente año.
6. Cisternas Alvarado, Patricio, Estructura social y dinámica segmentaría en Araucanía, en Revista de Historia Indígena Nº 1, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, junio 1996.
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10. Ocaña, Fray Diego, Viaje a Chile: relación del viaje a Chile, año de 1600, contenida en la crónica de viaje intitulada “A través de la América del Sur”, Colección Escritores Coloniales, Editorial Universitaria, 1era. Edición, Santiago de Chile, 1995.
11. Ovalle, Alonso, Histórica relación del reino de Chile, en Colección de Historiadores de Chile y Documentos relativos a la historia nacional, Tomos XVII-XVIII, Santiago de Chile, Imprenta Ercilla, 1888.
12. Palma Alvarado, Daniel, La rebelión mapuche de 1598, Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia en la Pontificia Universidad Católica, Santiago el año 1995.
13. Rosales, Diego, Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano, publicada por Benjamín Vicuña Mackenna, 2 tomos, Valparaíso, Imprenta Del Mercurio, 1878.
14. Sahlins, Marshall, Las sociedades tribales. Editorial Labor S.A., Madrid, España, 1984.
15. Silva, Osvaldo, En torno a la estructura de los mapuches prehispánicos en Revista CUHSO Cultura-Hombre-Sociedad, Pontificia Universidad Católica, sede Temuco, vol. Nº 1, 1984; Hacia una redefinición de la sociedad mapuche en el siglo XVI, Cuadernos de Historia, Nº 14, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, diciembre 1994; Hombres fuertes y liderazgo en las sociedades segmentarías: un estudio de casos, Cuadernos de Historia 15, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, diciembre de 1995.
16. Silva, Osvaldo et al, El surgimiento de hombres poderosos en las sociedades segmentadas de la frontera inca: el caso de Michimalonko, Revista de Historia Indígena Nº 2, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, diciembre 1997.
17. Valenzuela Solis de Ovando, Carlos, El toqui Pelantaru guerrero de la conquista, Biblioteca del Oficial, Vol. XL, Publicaciones Militares, Santiago de Chile, 1979.
18. Zapater, Horacio, La búsqueda de la paz en la guerra de Arauco: padre Luis de Valdivia, Editorial Andrés Bello, 1ª edición, Santiago de Chile, 1992.
CITAS:
[1] Cuando hablemos sobre este pueblo nos referiremos a los habitantes localizados entre el río Itata y Toltén.
[2] Ambos son recordados a través de las páginas de La Araucana, donde han quedado registradas todas sus hazañas, siendo ejemplos máximos de la resistencia indígena ante el avance de las fuerzas hispanas en el territorio, durante el periodo de Conquista.
[3] Sahlins, Marshall, Las sociedades tribales. Editorial Labor S.A., Madrid, España, 1984, pp. 40-41.
[4] Se recomienda ver: Valenzuela Solis de Ovando, Carlos, El toqui Pelantaru guerrero de la conquista, Biblioteca del Oficial, Vol. XL, Publicaciones Militares, Santiago de Chile, 1979, y las crónicas del periodo: Rosales, Diego, Historia General de el Reino de Chile, Flandes Indiano, publicada por Benjamín Vicuña Mackenna, 2 tomos, Valparaíso, Imprenta Del Mercurio, 1878; González de Najera, Alonso, Desengaño y reparo de la guerra de Chile, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1971; Ovalle, Alonso, Histórica relación del reino de Chile, en Colección de Historiadores de Chile y Documentos relativos a la historia nacional, Tomos XVII-XVIII, Santiago de Chile,
Imprenta Ercilla, 1888.
[5] Ver a: Cisternas Alvarado, Patricio, Estructura social y dinámica segmentaría en Araucanía, en Revista de Historia Indígena Nº 1, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, junio 1996; Silva, Osvaldo, Hombres fuertes y liderazgo en las sociedades segmentarías: un estudio de casos, Cuadernos de Historia 15, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, diciembre de 1995; y, Silva, Osvaldo et al, El surgimiento de hombres poderosos en las sociedades segmentadas de la frontera inca: el caso de Michimalonko, Revista de Historia Indígena Nº 2, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, diciembre 1997.
[6] Sahlins, op. cit., pp. 38.
[7] Según el profesor O. Silva, los indígenas que se ubican entre los ríos Itata y Toltén, tendrían una doble filiación, donde la regla del matrimonio sería la exogámica.
[8] Silva, O., En torno a la estructura de los mapuches prehispánicos en Revista CUHSO Cultura-Hombre-Sociedad, Pontificia Universidad Católica, sede Temuco, vol. Nº 1, 1984, p. 93.
[9] Sahlins, op. cit., pp. 40.
[10] Silva, O., op. cit., Hombres fuertes..., pp.50.
[11] Ibídem.
[12] Sahlins, op. cit., pp. 40-41. El destacado es nuestro. Silva , O. cita a Gluckaman, nos dice que el “big man” u hombre fuerte es quien usa “...sus relaciones de parentesco y alianzas matrimoniales para conseguir su posición e influencia, pero depende de su laboriosidad, de sus arresto y de su habilidad para el intercambio el que consiga seguidores en su propia comunidad y socios estratégicos en otras comunidades. Puede ser también que estos “hombres fuertes” –especie de líderes locales...- lleguen a ocupar posiciones sociales cruciales en algunos sistemas de relaciones sociales... Si un hombre consigue hacer esto, probablemente tiene posibilidad de manejar mucha gente para conseguir su propio prestigio local y hasta para ejercer un poco de autoridad, al mismo tiempo que puede establecer lazos externos importantes con otros hombres de influencia en otras comunidades” en Hombres fuertes..., op. cit., pp. 50.
[13] “Pelantaro : El descuartizador. Alusión al traro, ave de rapiña que descuartiza a sus víctimas. El más grande estratega de Arauco del arma de la Caballería considerado a nivel mundial y natural de Purén... Purén : cuevas en tierra. Entre "renis". Cuevas en las cuales habitaban los brujos y transmitían a otros sus conocimientos. Ocho renis.” en Cartes Gajardo, Victoriano H, La espada; la cruz y el canelo... en el camino del conquistador, Propiedad Intelectual Nº115003/ 03-07-2000, trabajo inédito.
[14] Sin embargo, el Fray Diego de Ocaña, le da tal Homenaje a Anganamón, lugar teniente de Pelantaro “...viniendo de la Imperial (el gobernador) para Angol hizo dormida y alojóse sobre un rio llamado Curalava, y aquel día un indio llamado Anganamón, y cual iba con 200 indios...” en Ocaña, Fray Diego, Viaje a Chile: relación del viaje a Chile, año de 1600, contenida en la crónica de viaje intitulada “A través de la América del Sur”, Colección Escritores Coloniales, Editorial Universitaria, 1era. Edición, Santiago de Chile, 1995, pp. 43.
[15] Rosales, op. cit., nos dice que cuando Pelantaro reconoció que la comitiva estaba compuesta por una cantidad reducida de españoles, quiso acometerla, pero “...Anganamón, que era gran soldado y muy astuto, dixo: “No, mexor es irnos tras ellos a la vista y embestirlos en otro aloxamiento, que estarán mas descuidados y mas lexos del socorro que les pudiera venir de la ciudad...”, pp. 300.
[16] Rosales, agrega que “...avian salido Anganamon y Pelantaro con cuatrocientos indios de a caballo de Puren, donde dexaron junta mucha infantería para que en dándola aviso saliese al camino a pelear con el Gobernador si ubiesse nueva de su venida...”, Ibídem. González de Najera, op. cit., nos dice que eran “...ciento y cincuenta indios de la provincia de Puren...”, pp. 64. Ocaña, ya citado nos dice que fueron 200. Un cronista anónimo, nos dice que lo acompañaron “...los trescientos jinetes de su jente...” en Anónimo, La guerra de Chile, Biblioteca Antigua Chilena, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1996, octava 93. Una última aproximación nos la da otro contemporáneo:
“Ordenaron también que se partiesen/ los seiscientos soldados en tres partes...” en Arias de Saavedra, Diego, Purén Indómito, Ed. Biblioteca Nacional, Universidad de Concepción, Seminario de Filología Hispánica, Concepción, 1984, octava 46.
[17] Ovalle, op. cit., pp. 74-75. Rosales, op. cit., sobre la muerte del gobernador relata “Lebantóse el Gobernador al ruido y saliendo con su espada a pelear fueron tantos los que cargaron sobre él, que no pudo defenderse...”, pp. 301. González de Najera, op. cit., va más allá y nos dice que “...otras relaciones, asimismo de indios, se estendió que antes de matar al Gobernador, para triunfar con él, le llevaron desnudo a pié y maniatado a sus tierras, donde habiéndole muerto en solemne fiesta y borrachera, que para ello harían con las crueldades que acostumbraban, fueron luego con su cabeza levantando y conmoviendo todo el reino...”, pp. 64.
[18] Rosales, op. cit., pp.301-302.
[19] Anónimo, op. cit., octava 102.
[20] Tal versión es inverosímil, ya que si siguieron a la comitiva por un gran trayecto, debieron de cerciorarse, debido a que prepararon muy bien la celada.
[21] Rosales, op. cit., pp. 302. Rosales atribuye dicha información a Pelantaro, el cual contó su versión cuando fue tomado preso por los españoles.
[22] Anónimo, op. cit., octava 133.
[23] “En 1598 cambió el curso de la guerra de Arauco. Pelantaro dirigió las tropas mapuches al enfrentarse en Curalaba con el gobernador Oñez de Loyola, quien murió en el campo de batalla. Allí se demostró la superioridad militar de los mapuches. Pelantaro destruyó todas las ciudades al sur del Bío-Bío; Valdivia fue incendiada, se despoblaron Angol e Imperial y Villarrica fue destruida y olvidada por doscientos ochenta y tres años. Cuando el ejército chileno encontró las ruinas de Villarrica, ya la selva había cubierto todo vestigio de vida humana. Las ciudades fundadas al interior del territorio no volvieron a construirse hasta la ocupación de la Araucanía en el siglo XIX” en Bengoa, José, Historia del pueblo mapuche, Ed. Sur, Santiago de Chile, 1985, pp. 32.
[24] Es muy difícil acercarse al concepto exacto que tenían los españoles para la palabra Provincia, sin embargo, tratáremos de seguir a Silva, O. , en el Estudio Preliminar a La Guerra de Chile como fuente histórica “La heterogeneidad mapuche está caracterizada con la enumeración de “provincias”, unidades territoriales formadas por grupos de parentesco que reconocían la autoridad de un jefe, llamado cacique por el autor. Interesa destacar que, al fragor de la guerra, ciertos linajes, resentidos probablemente por sus bajas demográficas, buscaban la protección de otro más poderoso... Las provincias suelen dividirse en parcialidades, es decir, en partes de una unidad que podrían ser familias extendidas o, en caso de ser factible probarse documentalmente, linajes unidos a través del ficticio parentesco clánico...” en Silva, O., “Estudio preliminar: La guerra de Chile como fuente histórica” Anónimo, op. cit., pp. 71-72. La división de la “provincia de Purén” la deja de manifiesto el gobernador don Alonso de Rivera en una carta a su Majestad, fechada en Colina, el 18 de septiembre de 1605, donde le cuenta de los avances llevados a cabo bajo su mando la guerra, principalmente en someter a la mitad de esta “provincia” “...luego que llegó a visitar el fuerte de Paycaví (el nuevo gobernador don Alonso García Ramón), salió Tirúa, Cloroa, Rangaeue y Llelleo, que son cuatro reguas mayores y de más gente, de nueve que tiene Purén, y le dieron la paz...” en Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile, segunda serie, tomo VII, 1600-1606, Primer gobierno de Alonso de Rivera, publicadas por el Fondo Histórico y Bibliográfico de J. T. Medina, Santiago de Chile, 1982, pp. 562, en adelante, cuando se cite se abreviará CDIHCh. Con el fin de evitar inconvenientes y/o errores conceptuales, cuando tengamos que referirnos a la organización del pueblo mapuche, tomaremos como acepción válida la de “provincia” dada por los españoles, la cual no significa que sea la más correcta, por el contrario.
[25] Anónimo, op. cit., octava 13.
[26] Ibídem, octava 24.
[27] Arias de Saavedra, op. cit., octava 4.
[28] Anónimo, op. cit., octava 81.
[29] De Ocaña, Diego, op. cit., pp. 38.
[30] Ibídem, pp. 38-39. Alonso de Ovalle en capítulo XIII de su obra, que la laguna de Purén “Ha sido muy célebre... por haber sido para los indios de guerra una inespugnable fortaleza por la disposición y cualidades de su sitio, de donde han combatido con el ejército español muchos años, con tantas ventajas, que no han podido ser vencidos , porque en las rotas que les daban los nuestros, tenian aquel seguro refujio, donde puestos una vez, no temian a nadie, porque no les podian hacer mal ni con fuego ni hierro”, op. cit., pp. 59.
[31] Rosales, op. cit., pp. 302.
[32] Ibídem, octavas 134 y 135.
[33] Lumaco es la ciénaga de Purén, es cita del autor.
[34] Arias de Saavedra, op. cit., octava 141.
[35] Hobbes, Leviathan: “...un hombre que recibe un beneficio de otro por mera gracia y empeño del que la concede, no tiene ningún motivo razonable para arrepentirse de su buena voluntad. Porque nadie da si no es con intención de beneficiarse a si mismo...” en Sahlins, op. cit, pp. 23.
[36] Arias de Saavedra, op. cit., octava 141.
[37] Ibídem, octavas 142-144. Rosales, nos confirma lo anterior “Hizieron estas fiestas mas alegres la multitud de despoxos, armas de acero, espadas anchas, cotas, lanzas y caballos buenos y de precio que cogieron, de cada uno hazia gala y ostentacion del despoxo que avia cogido, y magnificencia entre los parientes y amigos, repartiendo lo que avia pillado... (Pelantaro llamó a brindar ) ... de su regada chicha, tendiendo en el suelo las alfombras, sobrecamas, colchas y tiendas de seda que avia quitado a los españoles, y sobre ellas los manteles y servilletas, sirviéndoles las viandas, no como antes solían en platos de palo y la bebida en jarros de lo mismo, que en su lengua llaman Malues, sino en platos y fuentes y la bebida en jarros y salvillas doradas de las muchas que avian quitado al Gobernador y los capitanes. Y vestidos sus indios de las galas, joyas y preseas de el Gobernador y demas españoles..., ostentaban todas las riquezas del despojo.”, op. cit., pp. 302-304. En el Purén Indómito, Pailamacho se dirige a los guerreros, para que tomen conciencia que sólo se pagarán con el éxito de las campañas: “Mas para que mejor todos se haga/ a todos cuentos somos nos conviene/ que soldado ninguno pida paga,/ pues nadie para dársela tienen:/ cualquiera se contenta y satisfaga/ con los despojos que la guerra tiene/ y con la fama eterna y soberana/ que en restaurar su propia gente gana” en Arias de Saavedra, op. cit., octava 191.
[38] Cuando un Lonko convocaba a la guerra, él “...debía también asumir el costo de las bajas experimentadas por sus confederados. Animales y otros bienes resarcían las pérdidas humanas...” en Silva, O., Hacia una redefinición de la sociedad mapuche en el siglo XVI, Cuadernos de Historia, Nº 14, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, diciembre 1994, pp. 11. Sin embargo, esta no fue esa ocasión, ya que resultaron victoriosos.
[39] No debemos olvidar que el pueblo mapuche al ser una sociedad segmentada, cada familia se identificaba con un territorio, el cual era compartido con parientes que descendían de un antepasado común, por lo tanto, cada familia llegaba a formar su linaje propio, con su respectivo jefe. Con el fin de poder “ordenar ” todo el devenir jerárquico al interior del pueblo mapuche, entenderemos lo siguiente “El término cacique debió aplicarse al lonko, cabeza de linaje; principal correspondería al jefe de la familia extendida y principalejo a los de una familia nuclear, que vivían junto a su padre y hermanos, ejerciendo autoridad sólo sobre sus propios hijos” en Ibídem.
[40] Ver lo enunciado anteriormente. Sería interesante destacar que la población indígena había decrecido en forma abismante durante la conquista de Chile, por la guerra y por las enfermedades que empezaban a diezmar a la población indígena; ante esto, la nueva realidad sería la siguiente: “...ciertos linajes, resentidos probablemente por sus bajas demográficas, buscaban la protección de otro más poderoso...” Silva, O., “Estudio preliminar: La guerra de Chile como fuente histórica” en Anónimo, op. cit., pp. 71.
[41] Arias de Saavedra, op. cit., octavas 149-152. Nuestro cronista Anónimo, junto con citarnos el nombre de las provincias nos da el nombre de los caciques: Campallante, Licancura, Millarapues, Melicura, Longonagüel, Andalicán, Tarucano, Epolicán, Raimengo, Caniancura, Longovil, Conapillán y Navalvala, op. cit., octavas 142-156.
[42] Ibídem, octava 159. Es interesante rescatar que Pelantaro era acompañado por su lugar teniente, su mano derecha.
[43] Ibídem, octava 165.
[44] Anónimo, op. cit., octavas 136-138.
[45] Según Silva, O., el pueblo mapuche no tuvo religión (tal y como la conocemos nosotros hoy), sino un sistema de creencias, el cual habría tenido en el animismo, una de sus máximas expresiones, la que consistía en rendirle culto al “espíritu de los antepasados” en Sociedades Segmentarías, cátedra llevada a cabo durante el 1º semestre en el Magíster de la Universidad de Chile, clase del 19 de mayo del presente año (2003).
[46] ¿Chilihueques? Destacado nuestro.
[47] La machi es la persona encargada de comunicarse en las ceremonias con los espíritus.
[48] El canelo, es el árbol sagrado de los indígenas que habitaban entre los ríos Itata y Toltén.
[49] Pillán, el demonio, cita del autor.
[50] Arias de Saavedra, op. cit., octavas 194-199.
[51] Muerte del gobernador y de sus capitanes.
[52] Según el autor del Purén Indómito, dice que apó, llaman los naturales al gobernador, op. cit., octava 118, en una cita.
[53] Rosales, op. cit., pp. 305. No hay duda que dicho cronista, conocedor del actuar de Pelantaro, pone en su persona, aquellos hechos que fue cometiendo con el correr de los años.
[54] Ver mas adelante.
[55] Anónimo, op. cit., octava 33.
[56] Arias de Saavedra, op. cit., octavas 201-203.
[57] Ver: Alvarado P., Margarita, Weichafe: el guerrero mapuche. Caracterización y definición del rol del guerrero en la “Guerra de Arauco”. (1536-1656), Revista de Historia Indígena Nº 1, op. cit. Para nuestros efectos, no estableceremos diferenciaciones entre cona o weichafe, ambos términos los utilizaremos como sinónimos.
[58] Arias de Saavedra, op. cit., octavas 172-173.
[59] Anónimo, op. cit., octavas 199-201.
[60] Todas las cifras que demos son sólo referenciales, ya que está demas decir que la imaginación de los españoles hacia elevar la cantidad de tropas de sus enemigos, principalmente si estos informes iban a dar a “manos” del rey, a través de misivas; tenían que realzar su valor frente a enemigo mucho más numeroso.
[61] Tales informes los recibió durante los primeros veinte días del mes de febrero de 1601, los cuales se encuentran en la CDIHCh, pp. 42 y ss.
[62] Pareceres que tomó Alonso de Ribera cuando llegó a Chile para el buen acierto en la guerra y gobierno de aquel reino, Ibídem, pp. 36. Recordemos que Pelantaro ya había arrasado con casi todas las ciudades al sur del Bío-Bío, donde iba incorporando una gran cantidad de guerreros. Un informe similar, es consignado por el Obispo de la Imperial, el 8 de febrero de 1603, en una misiva dirigida al Rey en CDIHCh, Nº 81, pp. 457.
[63] Desde el 23 de diciembre de 1598 (batalla de Curalaba) hasta el 7 de febrero de 1602 (caída de la ciudad de Villarrica), junto con la “Rica”, caen en manos de los indígenas, son atacadas y/o son abandonadas por el temor a estos, las siguientes “ciudades”: Santa Cruz de Oñez, San Bartolomé de Chillán, Valdivia, Osorno, La Imperial y Angol.
[64] Anónimo, op. cit., octava 26.
[65] “Las relaciones sociales, el poder político, las actividades rituales, la vida cotidiana y por sobre todo la compleja maquinaria de la guerra, pasaban por la posesión de muchos caballos...” en Alvarado, op. cit., pp. 43 y ss.
[66] Ibídem, octavas 26-28.
[67] Carta al rey, de 10 de marzo de 1601, en Errázuriz, Crescente, Seis años de la historia de Chile (23 de diciembre de 1598 – 9 de abril de 1605), Imprenta Nacional, 1882, pp. 66. En el año 1603, Alonso de Rivera, al entrar en la ciénaga de Purén liberó a un mestizo de apellido Prieto, el cual “...era polvorista i, como tal, podría haber sido de mucha utilidad a los indios...”, ibídem, pp. 302.
[68] De Ocaña, Diego, op. cit., pp. 58-59.
[69] Con el fin de tener una claridad cronológica de los eventos acontecidos a partir de la batalla de Curalaba, nos guiaremos en una “Cronología de la rebelión general”, la cual aparece en la Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile de Daniel Palma Alvarado, titulada “La rebelión mapuche de 1598”, fechada en Santiago el año 1995, ver anexo II.
[70] Arias de Saavedra, op. cit., octavas 207-208.
[71] Ibídem, octava, 234.
[72] Rosales, op. cit., pp. 317. Tal suceso lo sitúa después del ataque a la Imperial. A medida que la sublevación fue abarcando a más ciudades, los indios amigos fueron perdiendo su calidad, afectando la presencia hispana en el territorio, ya que “...eran los que sustentaban la guerra de pertrechos y bastimientos y el servicio personal de los ejércitos y campo, de manera que donde con uno de trescientos hombres se llevaban dos y tres mil indios amigos, teniendo seguro en toda las fronteras que llegaban, el alojamiento y sustento de pan, vino y carne. Agora, careciendo de todo y con setecientos hombres que sustentar en la campaña, no ha podido juntar el dicho Gobernador más de doscientos y cuarenta y dos indios amigos con gran detrimento de la república de los pocos que han quedado en paz...” en Instrucción del cabildo y expediente por el que Alonso de Rivera informa a su Majestad del estado en que está Chile, 1602, en CDIHCh, op. cit., Nº 58, pp. 303. El mismo Rivera nos confirma sus apreciaciones: “los indios amigos... con el calor de los españoles son más valientes mucho que de por sí solos y con su agilidad y costumbre de andar por quebradas, montes y ciénagas, y como ladrones de casa, no dejan ninguna retirada ni sitio de los que los enemigos tienen escogidos para su resguardo, que son muchos y muy fragosos, que no le anden y busquen, sacándolos dellas y quitándoles hijos y mujeres, que es lo que sienten como hombres no bárbaros, y las comidas y las demás cosas que tienen para su sustento y entretener la vida, y es de manera lo que los dichos indios amigos importan en el campo de V. M., que pues está la gente española en cuerpo que vaya seguro, vale más después un indio de los amigos que dos españoles y los propios enemigos les temen mucho más, por las razones dichas” en Carta de Alonso de Rivera a su majestad, Colina, 18 de septiembre de 1605, en ibídem, Nº 104, pp. 572. Por tales razones, el gobernador privilegiaba la conversión de los indios, y para ello dictó una especie de bando, para fomentar tal situación, el cual se titula, “Las condiciones con que se ha tomado la paz a los indios que la han dado en este reino”:
1. Primera, Que no han de tratar ni contratar con el enemigo por ningún caso y que han de tener en sus tierras centinelas y corredores a la vuelta del enemigo y espía de sus desinios y juntas y que, si algunos indios de poca o mucha cantidad, enemigos, entrasen en nuestras tierras, sean luego obligados a dar aviso de cuántos son y el diezmo que traen y que camino hacen o lo que supieren desto y otras cosas y estar con sus armas para acudir a lo que se ofreciere y se le ordenare.
2. Que cualquier español o españoles que pasaren por su tierra, sean obligados a dar cuenta dellos guiándoles de parcialidad en parcialidad hasta ponerlos al cabo de su viaje y lo propio han de hacer con cualquier mensajero que lleve cartas al gobernador, corregidor o cualesquiera capitanes que tengan cargo de algún puesto o gente de guerra o con cualquiera gente de paz que pase por ellas.
3. Que han de servir a sus encomenderos y pasar por todas las ordenanzas que el gobernador les pusiera de parte de S. M. , que son las que tiene presta en los términos de la ciudad de Santiago, en los cuales se incluye que han de socorrer a su tiempo y dar amigos para la guerra y acudir a otras cosas que más largo dicen las dichas ordenanzas a que me remito.
4. Que se han de reducir a sus pueblos en las partes y lugares que se les ordenare y recibir administradores y corregidores, y acudir a oir la predicación evangélica y dejarlo hacer a sus ojos todo lo cual prometieron de cumplir los caciques alegremente y vivir y morir en servicio de S. M. y no lo juraron, porque ellos no conocen a Dios, ni tiene ningún género de adoración. Alonso de Rivera, con su rúbrica. Por mandado del gobernador, Francisco Flores de Valdés, con su rúbrica, en CDIHCh, op. cit., pp. 439.
[73] El autor cita: las ciudades de arriba son: Imperial, Rica, Valdivia y Osorno.
[74] Arias de Saavedra, op. cit., octavas 232-234.
[75] Según Errázuriz, op. cit., pp. 73, Pelantaro “...toqui ó supremo jefe de la guerra, dirigía la campaña en los alrededores de Arauco, Angol y Santa Cruz...”
[76] Nos limitaremos a descubrir la presencia de Pelantaro en los diversos enfrentamientos y no así en el detalle de las principales batallas, ya que este no es nuestro objetivo; por tal motivo, les invitamos a revisar la bibliografía sobre el periodo en cuestión.
[77] Rosales, op. cit., pp. 316.
[78] Tal enfrentamiento se habría producido los primeros días de febrero de 1599.
[79] Errázuriz, op. cit., pp. 54. Tal hecho de armas aconteció el 7 de febrero de 1599.
[80] Ibídem, pp. 56. Arias de Saavedra, op. cit., nos dice en la octava 368, que Conapillán, habría dado muerte a dicho capitán.
[81] Ibídem, pp. 61.
[82] De acuerdo a Errázuriz, op. cit., este toqui habría tenido una mayor disposición para acudir a los distintos frentes, después del despoblamiento de Santa Cruz.
[83] Rosales, op. cit., pp. 310. Errázuriz, op. cit., pp. 79, nos dice que eran mil los indios de á caballo.
[84] Tal hecho de armas habría ocurrido en el mes de abril, de 1599; seguimos la cronología antes aludida, ver Palma, D., op. cit., pp. 209. Errázuriz, op. cit., pp. 79., habrían matado a 8 españoles y a todos los indios amigos.
[85] Errázuriz, op. cit., pp. 155. Habrían atacado cuatro mil indígenas la ciudad, él nos dice que “...casi todos los cronistas nombraron como capitanes de esta función á Pelantaro y Paillamaco; pero Alvarez de Toledo, en el canto XVIII del Purén Indómito, atribuye esta gloria a Calleuman, suegro de Pelantaro y añade que el alma de la expedición fué el español Jerónimo Bello, que en la Imperial se había pasado á los indios...”
[86] Ibídem, pp. 329.
[87] Papeles del Gobernador de Chile, Alonso de Rivera en forma de expediente sobre la guerra de aquel reino, carta fechada en Rere el 5 de febrero de 1603, en CDIHCh, Nº 61, pp. 360-362.
[88] Errázuriz, cita al capitán del fuerte “...doce nudos tenía el cordel del indio i doce días corrieron hasta la llegada del ejército de Pelantaro...”, op. cit., pp. 254.
[89] Rosales, op. cit., pp. 411.
[90] Errázuriz, Tomo II, op. cit., pp. 303.
[91] Rosales, op. cit., pp. 411.
[92] Errázuriz, Tomo II, op. cit., pp. 111.
[93] Ibídem, pp. 211, carta fechada en Concepción el 1º de mayo de 1611.
[94] Seguiremos la relación que hace Rosales en el capítulo XX, op. cit., pp. 612 y ss.
[95] Ver: Zapater, Horacio, La búsqueda de la paz en la guerra de Arauco: padre Luis de Valdivia, Editorial Andrés Bello, 1ª edición, Santiago de Chile, 1992.
[96] Rosales, op. cit., pp. 614.
[97] Según Rosales, Anganamón le dijo a Pelantaro que no presumiese de sus fuerzas, ya que llevaba a gente inexperta, y por ende, debía poner mucho esfuerzo y cuidado en su buen desempeño, en Ibíd.
[98] Ibídem.
[99] Ibídem.
[100] Ibídem, pp. 615.
[101] Ibídem. Aparentemente en el fuerte de Lebu.
[102] Ibídem, pp. 626.
[103] Ibídem, pp. 627. Según Rosales, Pelantaro dejó en rehenes a un hijo suyo llamado Lipiñancu y con él quedó un sobrino suyo llamado Calbumanque, hijo de el cacique Unabilu de Purén.
[104] Carta del padre Luis de Valdivia escrita al Padre Rector de la Concepción, Juan Romero en Rosales, op. cit., pp. 627-628.
[105] Recordemos que, según Sahlins, las sociedades segmentadas se identificaban con su territorio, y de ahí el sentido de ser mapuche: “Ser Hombre de esta tierra”. Ver Silva, O., Hacia una redefinición de la sociedad mapuche, op. cit., pp. 10.
[106] Rosales, op. cit., pp. 636.
[107] Se habría llevado a cabo el 6 de enero de 1641.
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